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El Centro Histórico de la ciudad de Guatemala, el lugar donde yo crecí

  • Valerie Rodas Moys
  • 3 nov 2015
  • 3 Min. de lectura

“Si el agua cae es porque llueve… Aire, me falta el aire, miedo, me sobra el miedo…” Una exquisita adaptación de ‘Black Beans and Jazz’ tributo a Bohemia Suburbana. Y es que escuchar esto no hace sino transportarme a esas tranquilas tardes recorriendo el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala. Y se vuelve tan ‘histórico’ para mí porque en sus calles crecí. Lo he recorrido incontables veces y si decido transportarme puedo sentir el ambiente tan familiar del Paseo de la Sexta Avenida, siento el frío de Diciembre observando el movimiento de nuestra bandera en el Parque Central por el viento, tengo presente el calor de Marzo en una Semana Santa y así muchas sensaciones más que puedo asociar con la zona 1.


No hay nada que se compare a un ‘shuco’ en el Parque Central, un tour por el Palacio Nacional para pasar la tarde, escuchar la serenata de los músicos del Portal del Comercio, comprar algo en el Mercado Central y ‘regatear’, disfrutar una agradable tarde en compañía de una persona importante en Roque Rosito con una crepa de rosa de jamaica y un sándwich de pepián, no digamos el exquisito momento de almorzar o cenar un pan con pollo de la panadería Berna y acompañarlo de un licuado de melón.


Las banquetas del Centro Histórico me acompañaron siempre, para pensar, para llorar, para reír, para compartir, para estar aburrida, para mi primer caída en patines y en bicicleta. Quien diga que la zona 1 no es agradable es porque no la conoce, porque no vivió en ella las manifestaciones, los conciertos, la Semana Santa, la caída de ceniza del volcán, comprar algo a buen precio en la Sexta Avenida, tomarse una ‘cremita’ de La Perla, comprar un par de chapulines y una mochila en la calle, y es que hasta McDonald’s se vuelve tan chapín en la zona 1, un concierto de Alux Nahual en la Concha Acústica, Viento en Contra y Malacates en el Parque Central, los majestuosos desfiles del 15 de Septiembre y el colegio San Sebastián lleno de una perfecta y resonante blancura, tomar el bus en la 4ta. Avenida porque allí pasan todos, presenciar la Huelga de Dolores de la USAC, estudiar en la zona 1 y encontrar una librería en cada esquina por si se olvidaba alguna lámina o copia, encontrar un café Internet para hacer la tarea o simplemente encargar un CD de música, buscar piercings en la Sexta Avenida, almorzar en Café Saúl, encontrar los materiales necesarios para cualquier cosa en los alrededores de la 9na. Avenida, pasar la lluvia en el atrio de la Catedral, San Sebastián o la Recolección, visitar los museos, conocer el majestuoso edificio de Correos, desear vivir en el Edificio El Centro, comer en Wendys de la 7ma. Avenida, salir corriendo para evitar ‘dar una vara’ a algún ser humano con adicciones (mejor conocidos como pegamenteros), incluso mi primer celular me lo robaron en la zona 1 y me alegro que haya sido allí, porque fue allí donde tuve las primeras impresiones de muchos acontecimientos de los primeros 21 años de mi vida; y así puedo llenar una inmensa lista de cosas que se viven sólo en la zona 1.

No alcanzaría a entender la nostalgia del Centro Histórico que tienen mis antepasados porque imagino que guarda millones de historias de amor, desamor, alegría, justicia. No, no me quiera nadie decir que el centro Histórico no es un hermoso lugar, basta con recorrer un día sus calles y llenarse el alma de su gente y sentir esa única sensación de ‘andar por el centro’. Aunque no sea físicamente, yo siempre viviré en la zona 1.

 
 
 

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